“¡Cantemos a Dios con alegría los que habitamos la tierra! ¡Cantemos himnos a Dios y alabemos su grandeza! ¡Alabemos su poder; todo lo que ha hecho es maravilloso! ¡Sus enemigos se rinden ante él! Todo el mundo lo adora y canta himnos en su honor. ¡Vengan a ver las maravillas que Dios ha realizado! ¡Vengan a ver sus grandes hechos en favor de todos nosotros! Convirtió el mar en tierra seca, y nosotros, que somos su pueblo, lo cruzamos a pie. ¡Allí hicimos fiesta por todo lo que él hizo!”
Salmos 66:1-6 TLA
Para un corazón que ha conocido las bondades del Señor y ha experimentado ese favor inmerecido, manifestado en milagros, es inevitable levantar lleno de gozo, alabanza espontánea al Señor. Declaramos con jubilo que Dios es bueno, que es todo poderoso, reconocemos que somos inmerecedores de su amor y con el corazón saliéndose de nuestro pecho, celebramos sus maravillas.
Pero al día siguiente estamos expuestos a enfrentar una nueva batalla contra las tinieblas, que avanzan dispuestas a consumir nuestra vida. Y es ahi donde corremos el riesgo de perder el gozo y olvidarnos de eso que ayer, o hace una semana, o hace un mes, o hace un año, celebrábamos con tanta alegría. Cuantas personas han atravesado una crisis en su fe o incluso han caído en amargura por eso que no ha salido como se esperaba, esa enfermedad que Dios permitió, esa prueba por la que el quizo tratar con nuestros corazones, esa adversidad o situación que hoy mismo esta causandote ese dolor. Entonces comenzamos a creer que no merecemos eso, y el enemigo aprovecha estos momentos para sembrarnos una gran y letal mentira; “Dios no es tan bueno como pensabas”. Si tu has llegado a creer o pensar esto, estas en gran peligro, el enemigo ha lanzado su red y haz quedado atrapado en ella. Pero aun puedes liberarte.
“¡Bendigan, oh pueblos, a nuestro Dios! Hagan que se escuche la voz de su alabanza. Él es quien preservó la vida a nuestra alma y no permitió que resbalasen nuestros pies. Tú nos has probado, oh Dios; nos has purificado como se prueba la plata. Nos metiste en la red y pusiste apretura sobre nuestros lomos. Hiciste que los hombres cabalgaran encima de nuestra cabeza. Pasamos por el fuego y por el agua pero luego nos sacaste a abundancia. Entraré en tu templo con holocaustos; te pagaré mis votos que pronunciaron mis labios y que mi boca prometió cuando yo estaba angustiado. Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con incienso de carneros. Sacrificaré toros y machos cabríos. Selah”
Salmos 66:8-15 RVA2015
En el salmo 66 nos encontramos con alguien que ha pasado por adversidad, que ha atravesado dolor. Sin embargo no se ha dejado engañar por el enemigo. No permitió que el peor panorama de su vida afectara su percepción de la naturaleza de Dios, es decir su bondad, su amor, su fidelidad. Y no olvido las grandes maravillas que Dios había hecho en su vida. Conservo intacto su gozo y su confianza a tal punto que en medio de su gran tribulación, lo que salió de el, fue alabanza, la alabanza espontánea que nace de ese corazón que hablábamos hace un momento, pero no solo se quedo solo ahí. Al haber comprobado una vez mas la bondad de Dios, nos anima a ti y a mi a no olvidarla, a reconocerla en todo momento y cuidar con tanto celo nuestro corazón, que el enemigo no pueda sembrar nada que corrompa nuestra percepción de lo que Dios es.
“Vengan; oigan, todos los que temen a Dios, y contaré lo que ha hecho por mi vida. A él invoqué con mi boca y con mi lengua lo ensalcé. Si en mi corazón yo hubiera consentido la iniquidad el Señor no me habría escuchado. ¡Pero de veras Dios me ha escuchado! Él atendió a la voz de mi oración. ¡Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración ni de mí su misericordia!”
Salmos 66:16-20 RVA2015
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